Aterricé a principios de enero, justo cuando los daneses te dicen, casi disculpándose, que, literalmente, “el país está hibernando”. Fue en esos días gris oscuro, ora nevosos, ora lluviosos, extremadamente fríos, en los que, me temo, cometí uno de los grandes errores de mi vida. La universidad de Roskilde (“rrrrrgóóóskilda”, pronuncian los lugareños) hacía gala […]
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